jueves, 11 de julio de 2013

Las ventajas de ser invisible


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Las sorpresas nacen desde lo imprevisto. De algo o de alguien que inesperadamente sobresale. José Paulo Bezerra Maciel Júnior, con su perfil bajo, consiguió pasar desapercibido en canchas llenas de monstruos para luego de un tiempo aprovecharse de eso y sacar al gigante que tenía adentro.


Xavi Hernández o Andrés Iniesta probablemente no registraban la cara de ese tal Paulinho en plena Copa Confederaciones. A ese jugador brasileño de eficaz marca y de constantes idas al ataque lo reconocieron poco a poco por su juego. Su rostro fue tomando más fuerza en la memoria de los españoles por cada pelota que ganó.


“Lo de Paulinho es el reflejo de la continuidad, confianza y trabajo serio. Yo cuando llegué al Corinthians él no jugaba”, reveló su ex compañero Luis Ramírez, quien peleó el puesto de volante con el brasileño de veinticuatro años. “Cuando le dieron la oportunidad no la desaprovechó. Él va a seguir evolucionando por su constancia. No es un 'crack' como los que acostumbraba tener Brasil, pero es un jugador determinante por su personalidad”, agregó 'Cachito'.


Y es que pocos saben lo que significa la palabra perseverancia como Paulinho. El futbolista sufrió severos topetazos para llegar a ser un jugador reconocido en su país. A los trece años dejó su amor por el futsal por la rentabilidad que le podría dar el fútbol en algún momento. Jugó cinco años en el Audax de Sao Paulo de la cuarta división paulista y luego en el 2006 consiguió firmar por el Vilnius de Lituania pensando que iba a ser el gran salto de su carrera. Sin embargo fue allí donde vivió la peor experiencia en el fútbol debido al racismo que padeció.  Un año más tarde  logró fichar por el Lodz de Polonia pero no tuvo la continuidad deseada.


Con esa coyuntura el retiro rondó por su cabeza, pero el soporte familiar lo obligó a seguir buscando sus metas y así volvió a comenzar en su antiguo club en Brasil. A partir de allí todo fue progreso para Paulinho. Obtuvo dos ascensos con el Audax y en el 2009 fue transferido al Bragantino de la serie B.  Jugó una temporada y rápidamente llamó la atención de un grande del país que por una crisis se veía obligado a adquirir jugadores baratos. Paulinho cerró su vínculo con el Corinthians en el 2010 y tres años le bastaron para convertirse en ídolo del Timao (Jugó 164 partidos y anotó 34 goles).


Hoy ese jugador de sacrificio silencioso fue vendido al Tottenham por más de 26 millones de dólares. Su status silente se transformó en llamativo. Hoy Xavi e Iniesta ya saben quién es Paulinho. Ese jugador rompelineas que llevó a su club a lo más alto. Ese futbolista ordenado que sorprendió a los españoles y logró quitarles la pelota. Hoy Paulinho dejó de ser invisible y brilla con luz propia.