jueves, 11 de noviembre de 2010

Capítulo uno

Mateo camina solo, va por una vereda iluminada. Sin destino. Se sorprende al ver la calle totalmente vacía. Eso le recuerda a lo solo que está. Lo reconforta pensar en ella, en su sonrisa a medias. Intenta acordarse de su agradable olor. No puede.
Ruega por encontrársela en el mismo bar en el que la observó las últimas dos noches. Cree que hoy es el gran día para hablarle. Piensa en cómo... No está seguro si presentarse con el viejo “¿te conozco de algún lado?” o enviarle un trago a través de un mozo. Sigue caminando.

Llega hasta a su departamento sin querer. Sube. Comienza a alistarse para el posible gran encuentro. Intenta elegir la ropa que usará. Cuando suena el teléfono - era su mejor amigo - Mateo le miente, dice estar enfermo y que no hará nada más que dormir esa noche. Quería ir solo.

Luego de bañarse, elige su camisa más elegante, su pantalón menos sucio y su mejor colonia. Prueba un peinado con gel, pero no le agrada y se vuelve a meter a la ducha para quitárselo.

Cuando por fin cree estar listo, se frena. Se da cuenta que no sabía si tenía las agallas para enfrentar a la mujer que le quitó el sueño las últimas noches.

Se hombre carajo, se hombre -se dice a sí mismo golpeándose la cabeza con la palma de la mano-. Toma aire y sale de su casa.

Por fin llegó al bar -luego de que en todo el camino hacía él estuvo practicando diferentes formas de presentarse- entró y se sentó a buscarla con la mirada. No la encuentra. "Dame un whisky on the rocks”, le dice a una señorita que atendía. Se lo toma en un solo trago.

La ve. Se queda helado,saca del bolsillo su celular, hace como si estuviera hablando con alguien. Inmediatamente el celular suena. Era su mejor amigo estropeando la finta de Mateo. No le contesta y lo guarda. Decide llamar a la misma señorita y hacer la táctica de enviar un trago. Pensó en uno de esos que les gusta a las mujeres, con muchos colores y poco alcohol.

Ella lo recibe sorprendida. “Yo no pedí nada”, le dice a la moza. “Discúlpeme usted, pero se lo manda el señor que está allí sentando en la barra”, le respondió la joven.

Pasó el tiempo, pasaron los minutos y luego de una hora, ella por fin se terminó su trago. Sin embargo, nunca dio un índice de agradecimiento y lo que es peor, ni se inmutó de la presencia de Mateo.

Ella se fue del bar, el se quedó esperándola toda la noche.